Mirando al horizonte como si fuera el vacío. Nos reencontramos después de varias películas espesas y de cintas de arboles pasando a toda velocidad. Nos reecontramos después de todo, cuando suena una de las pocas canciones que tenemos en común, por la que sentimos una conexión un poco especial.
Sé que ella bailó entre algunas nubes negras y ahora la danza esdeviene un hueso duro de roer, su propia tirita para su propia herida, pero siempre a puerta cerrada; un espectáculo sin igual, una especie de deseo de polvo de hadas que baila: engreida, ensimismada, enigmática.
Sé que esa canción es de las únicas que puede hacer que exteriorice cierto ademán delicado de movimiento contemporaneo, y después de un mar algo turbulento, y de darme cuenta que mi mirada sigue perdida entre las estanterías de las nubes, ese baibén acompasado de hombros se convierte en la mejor noticia que podia publicar cualquier periódico, y me estalla una sonrisa que con dificultades puedo llegar a controlar.
Y nos miramos, y nos reencuentra la misma chispa que nos presentó, y se nos escapa una sonrisa que desahoga un poco la atmosfera cerrada del coche. Y nos volvemos a mirar, cruzamos dos o tres palabras, y yo las siento como una fuerte lluvia en medio del desierto.