Train

Las casas de tortura emocionales se ven desgastadas por el uso del móvil como nuevo método de tortura. Sí, claro que sí, ya no se encuentran esas miradas perdidas en los trenes que perforan sus ventanas.

Ahora nos tortura un último mensaje que no dice nada real de lo que somos. Un último mensaje idiota y fallido.

Ese esqueleto de vagones serpenteante que une los destinos de muchos, y en el que cualquier palabra puede romper en el debate y cruzar todas las fronteras prejuiciosas que nos separan con tal de matar el aburrimiento.

Me desespera, mi desamparo vuela, mis recuerdos de amores tan efímeros como la danza de un pétalo abandonado por los campos de flores de primavera, un pétalo que partió su corazón y sobrevuela colores vivos, luces intensas y un sinfín de escenarios relucientes, que denigra mi palabra con solo el querer del ser descrito.

Pues esos ojos, que no saben lo que buscan aunque no conozcan más que amor y desesperación, deambulan entre paisajes de costas espigadas, y, en mi humilde óptica, entrecruzan su horizonte con un atardecer rojizo y vacío, uno más, a la hora de siempre, en el tren de siempre.

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