El objetivo final de la vida, aquel motivo superior en el que nos enfocamos durante el árduo y doloroso camino que recorremos llamado vida.
La batalla entre la felicidad como ente superior, como estado anímico absoluto y por tanto objetivo final de la vida, o la felicidad inherte, escondida en momentos, latenta en las raices de nuestro camino, bebida en suspiros del día a día.
Si el objetivo es la felicidad, pero al final del camino solo nos encontramos con la muerte, puede ser que la felicidad y la muerte sean lo mismo.
En nuestras cabezas se recompone la hipotesis; la muerte como objetivo final de la vida o la muerte como sombra presente en cada instante que se nos esfuma entre los dedos.
La muerte, como ente que dota a todo de sentido. La vida, como hipotesis, como pregunta con una respuesta final trágica y dramática, la vida plagada de días incesantes, costumbristas, indebidos; la vida, en la que solo perduran estados alterados negativos, la vida, que busca luchar día a día por sincronizar su nivel de dramatismo, de crueldad, y de poder, con su respuesta: la muerte.