Batalla perdida

Creo que la tristeza es la madre de todos los sentimientos.

Es la sensación por excelencia, la que nos hace sentir humanos, la que nos desnvincula de lo artificial, en un tiempo en que la felicidad sufre una crisis estructural.

Creo que hay momentos que recuperan positivismo entre años de depresión. Que el amanecer después de un largo camino nos rellena de una sensación de armoniosa tristeza. De gratificante tristeza.

Creo que la tristeza consentida es una de aquellas rebeldes al miedo. Que con sentimientos todos somos, pero que sin ellos o con unos pocos, muy pocos somos valiosos.

Creo en la dureza de una mirada al infinito, a la nada, por ser esta más interesante que lo que dicen de ti tus ojos.

Que por mucho que lo intente no lo conseguiré, que por mucho que luche no ganaré.

Creo en la humanidad y en su futuro, agonizo en agudos dolores de decepción profunda.

Sufro en manto de idiosincracia, severa conmigo como nadie. Errantes crisis de valores, lluvias de puñales incesantes.

Creo que os hora de apagar la luz, y la mía dejarla ténue, tocada pero no hundida del todo, a remo opuesto y en mar de dudas, en grises apagados y sin brillo ni gracia. Una farola que lucha por no morir sin razones para seguir alumbrando en entera soledad con el mundo que la rodea.

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