Sabías…

Sabías que en cualquier pelea siempre hay vencedores y vencidos. Siempre hay derrotados y derrotadores.

Que en cualquier batalla se crean un sinfín de sentimientos, mayorísimamente negativos, que perduran en el tiempo, más allá de la duración de dicha batalla.

Que las cargas de cada una de las partes son tan distintas, que a los que individualmente han perdido a alguien, independientemente de su posición final, siempre les sabrá todo a poco.

Porque por muchos sorbos de medicina que tomes, siempre te sabrá amarga. Aunque sea solo la última gota.

Que probablemente la luz de unos dependa de la oscuridad de otros. Y que a ojos de todos, todo perderá el sentido visto desde la lejanía, porque no hay motivo verdadero para iniciar un proceso doloroso para todos.

Sin embargo, somos tan egoístas. Nos derrotan siempre los mismos sentimientos abundantes. Que difícil es controlar lo malo. Ya sabéis, controlarlo de verdad, sin cinismo, sin ironías; sin perder la perspectiva. Sin acabar siendo dominados en vez de dominadores.

Que heroico es aquel que usa una poca de su gran cantidad de luz para iluminar la oscuridad de los vencidos. Aquel que procura acercarse sin rencores, aquel que intenta que cesen los llantos. No obstante, es algo realmente hipócrita cuando no es de corazón, efectuado desde una posición desmesuradamente fácil y cómoda.

No hay heroísmo real en nada de eso. Solo en aquellos que pretende salvar a su enemigo durante la batalla, y no luchar contra él sino evitar la lucha, concebida como el último recurso de defensa desesperanzado.

Elevar al heroísmo de la primera forma es simplemente asqueroso y ampliamente reprochable.

Elevar el heroísmo de la segunda es probablemente una verdadera heroicidad de principios y moral.

 

Deixa un comentari

Aquest lloc utilitza Akismet per reduir els comentaris brossa. Apreneu com es processen les dades dels comentaris.