Es una decepción esperada que incumplas la promesa que me hiciste.
Porque aunque seamos como el viento, rolando continuamente, dejando de soplar y volviendo con más intensidad, pensaba que respetarías esa promesa.
Al final, siempre es mi día y nunca el tuyo. Al final, no ser capaz de actuar sin rencor y con bondad es comprensible y esperado pero ineficiente y mentiroso a la vez.