Despídete de mí, te estaré esperando

Te sumerges en un día a día asfixiante, olvidándote de lo que ha pasado. Hasta que un día vuelve con cualquier excusa, sin querer ves algo que te alarma; un paso suyo cercano a tu vida se hace sentir como un terremoto que tortura los cimientos de madera que habías construido para aguantar mientras pasaba la tormenta, mientras llegaban los refuerzos; mientras llegaban los cementos.

Todo tiembla y todo se derrumba, con una fragilidad frustrante. Entonces tocas fondo, estás completamente vacío. Tu mirada perdida no encuentra más que dolor en cada esquina que doblas, tus huesos se sienten débiles y hacer cualquier esfuerzo es arriesgar.

Sabes que eres culpable, pero no ha acabado como hubieras deseado. Por robar cuatro monedas has acabado condenado a pena de muerte.

Obviamente eres culpable, pero el castigo es desmesurado. El centro de tus ojos se apaga y pierdes la esencia, que se escapa de un suspiro, enajenada, buscando otro cuerpo que tenga algo de alma, que no esté tan vacío como el tuyo.

Ya no eres nada, no vales nada, no quieres ni sabes nada. Podrías estar muerto, de hecho, eres el copiloto más temerario que existe; sin el valor de ponerte tú al volante, pero con la osadía de pedir más velocidad; porque un poco de adrenalina te despierta y no te hace sentir tan mal, porque un poco más de velocidad quizás acaba con un final bonito.

Todos te piden que la olvides, hasta tu propio corazón. Pero siempre te has guiado por la cabeza, por una cabeza que ha perdido su ángulo y su punto de apoyo, y que ve sentido en caminar lo irracional.

Ves las imágenes grabadas unas y otra vez, hasta que tus ojos sangren, hasta que tu cabeza retumbe. Escuchas esa música fuerte, esa sonrisa a media asta, esa efímera venganza.

Y vuelves a verlo, sin parar. Ha vuelto todo de repente y siempre has sido demasiado impulsivo, no eres de esperar callado, sino de apostarlo todo y esperar sufriendo. Y vuelves a verlo, ese vídeo.

Entonces recuerdas cual es tu posición, la de un simple espectador de su vida, la de alguien que es torturado por una idea más que por un hecho, y aun así se redime.

La echas tanto de menos que ya nada te importa, ni perder el brillo de tus ojos, ni perder tus lágrimas, ni perder tu sonrisa. Porque amarla es una de las pocas decisiones que has tomado solamente tu, oponiéndote a todo.

Tu vida se ha acabado, tus dedos ya no sienten las teclas y tus ideas se dispersan en un humo denso que acompaña y establece el marco de tu alma, que se va, junto con lo poco que te quedaba.

Ojalá no la quisieras tanto, pero ya es demasiado tarde. Ojalá no la hubieras conocido, pero ya es demasiado tarde. Tu sentencia está firmada por tu peor enemiga, aquella que buscas entre tus sábanas todas las noches.

Tu verano nunca llegará sin ella, así que cuentas cada día como si fuera el último, y cada momento como si fuera único. Eres solo un recipiente que carece de contenido, sin sentido ni motivación. Eres la futura culminación de una vida que ha dejado de merecer la pena.

Deixa un comentari

Aquest lloc utilitza Akismet per reduir els comentaris brossa. Apreneu com es processen les dades dels comentaris.