En lo profundo de los colores. Entre tonalidades densas.
No exactamente atrapada, pero ultraviolentado por la situación, de agobio extremo. Con un fuerte y osado ademán que se diluye serpenteante y en exagerada pérdida de velocidad. La colisión directa con aquello que lo recubre todo.
Como atrapado. como ahogado. Luchando por liberarme, sucumbiendo a la impotencia, a la impotencia más literal.
Perdiendo mi esencia entre tantos giros y esfuerzos, sin encontrar pretensión alguna de oposición a dicha situación. Hundiéndome en esas arenas movedizas tan barrosas. La resignación es mi único aliado ahora.
Si cierro la boca no es por el barro, es porque nunca he tenido una sonrisa bonita, es porque una expresión de tristeza facilita la comprensión del momento, es porque deja indiferente hasta al drama.
Lo último que pierdo antes de sumergirme completamente es el brillo de mi mirada, esa luz tenue que se apaga por fin.
Me sumerjo en las profundidades de la oscuridad. Con la verde y pueril esperanza de encontrar algún color.
Mil rosas rojas me suavizan el viaje, rozándome suavemente con sus pétalos, algo desgastados por la falta de luz. Sus espinas me atrapan, y me atan con dolorosos nudos que se clavan en mis extremidades, de las que yace el rojo de mi sangre, que contrasta con el blanco de mi piel, con el negro de la oscuridad.