¿Máscara?

Dime que ves, que ves en mí. Sufrimos muchísimo por ser como los demás.

Luchamos por todo aquello que creíamos firme, y disparamos balas por otros que no moverían un dedo por nosotros.

Fuimos jóvenes, atrevidos, fugaces. Luego almas atormentadas.

Ahora somos únicos. Somos de las pocas oposiciones, jugando continuamente con la locura para salirnos con la nuestra.

Jinetes solitarios que cabalgan a otra velocidad. Es solo por hacer la transición rápida ¿sabéis?

Nos han intentado destruir todos aquellos que creíamos sinceros.

Nos han dejado sin puntos flacos a ostias, y ahora somos más fuertes que nunca.

Ya no nos subimos a ningún ring, eso ya pasó. Ahora una sonrisa nuestra son mil puñales. Ahora te abrimos la puerta y te enseñamos nuestra preciosa flor para envolverte con millones de espinas.

El problema es que dejó de ser un juego.

El problema es que hasta en la placidez más cómoda, hasta ahí, siempre fuimos muy superiores.

A nadie le duelen los puñales de juguete. Y además son motivos para justificar la devolución de un daño inexistente.

Porque en la vida existen muy pocos lazos ciertos. Todo lo demás es mierda.

 

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