El líder del desamor

Busca la vida de aquellas cosas bellas, córtala y piensa si aún así vale la pena. Puesto que hay pocas cosas que sean únicas, y no existe la unidad absoluta, yo opto por una vida compartida, con evidentes y numerosas desventajas, pero con unas características estructurales fundamentalistas que impiden otra alternativa.

Entonces la afirmación abnegada de optar, se desvirtúa por momentos, a la par que alcanza la cúspide de lo inverosímil. También nos dicen, por otro lado, que la libertad trata de oponerse a lo previamente establecido. Pero, si nos imponen algo por algo será. Obviamente porque les conviene, no me toméis por iluso ahora.

Entonces estos cervatillos malintencionados estructuran una gran parafernalia propagandística y te la disparan sin compasión, con el “clásico tiro en la  nuca”.

Un gran mercado de objetos y quehaceres taladrándote la sesera de manera continuada, sin ser excesivamente ruidosa, ni mucho menos sutil tampoco. Son algo así como teledirigibles persecutorios que te han marcado como objetivo indiscutible de su campaña de desamor al no amado.

Nace un problema, nuestra humilde (JA-JA-JA) sociedad, aunque no lo crea si no lo ve o si no lo piensa, camina en una fina línea fronteriza en la que, caiga del lado que caiga, la caga. Dicho esto, no puede equilibrarse bien y se balancea inconvenientemente hacia el suicidio.

Así es, que ha permitido que una panda de rebeldes creen un movimiento contrario para describir algo, que contrario a los que muchos piensan, si existe. De hecho a nuestra humilde sociedad no le importa lo más mínimo que exista o no, solo lucrarse con ello.

De ahí el otro motivo por el cual nos dejan la posibilidad, a nosotros, los desalmados, de resucitar y resurgir de nuestras cenizas a unas cenizas más negras, más acordes con nuestro estado de ánimo.

No estaba todo ganado, no nos iban a permitir reclutar a buenos guerreros para combatir tales injusticias, ¡NO!

Nos mandan a cantantes poperos feos, (y lo de feo no es que importe, que me vas a decir…, pero la gente prefiere a los guapos y es por eso que considero que nos envían los descartes), a raperos que ponen todas las voces menos la suya, y que son mas llorones melancólicos que guerreros poderosos con espada, escudo y voluntad de fuego. También a aquellos a los que no les aceptan las flores (¡Por Dios!, qué tan mal tienes que haber hecho las cosas para que te rechacen un ramo de flores), y por supuesto, a aquellos que regalan flores de plástico, aunque se las llegan aceptar; también nos los envían.

Con estos y más míticos y legendarios jinetes del desamor, armamos un ejército fantástico, en el sentido más increíble, pero increíble de incredulidad pura, es decir: ciencia ficción. De hecho, creo que seríamos mucho más útiles para armar una película de desamor en la que el argumento girase entre una competición de a ver quién es más pringao’, pero ha sabiendas por todos los participantes de que va la competición y por que título se compite. Tendrían que hacer los podiums de 8 en vez de 3, como mínimo.

En fin que con todas estas cartas y algún as; bueno as… ¡arma secreta!; bueno secreta, más bien: arma de desconcierto o desconcentración, tanto enemiga como amiga…, nos dirigimos a la partida de póquer más importante de nuestros caminos.

En dicha batalla ancestral, junto con la ayuda de los desencantados del mundo (unos más raros que nosotros), y todos los sentimientos malos, también se nos unieron los que dicen “me da igual” y los que dicen “me das igual”, y por supuesto los que dicen “me da todo igual”, y mucha de esta gente que da un poco de rabia por ser tan pusilánime.

Quiero decir, no es que nosotros debamos ser alagados por nuestra causa, pero al menos vivimos el desamor intensamente, ni nos desinhibimos ni nos desvinculamos de la causa, ni nos creamos una patética armadura y hacemos creer que nos resbala todo. Contar con la ayuda de estos cobardes era un demérito, pero nos dio la victoria ante una sociedad cansada de tanto amor vanidoso, así que no nos podremos quejar.

El problema es el mundo infernal que se vino después de esto. Pensándonos que seríamos los principales de la causa y tendríamos mayoría en el parlamento social; todos nuestros ayudantes secundarios, los “me da igual” y toda esta gente, se impusieron como fuerzas principales llevándonos otra vez al exilio.

Y ahora volvemos a ser la indudable y sempiterna oposición de la vida, sea la amorosa la dominante, o sea la pusilánime. Y es que lo tenemos más jodido, porque no podemos montar una revolución con nuestros mayores oponentes, además de ir perdiendo adictos que se suman a la causa principal (tampoco nos duele tanto su marcha…).

Entonces me río de los extremos, de los que viven su vida intensamente dando envidia a todos los demás mortales porque obviamente no podemos compararnos con ellos en nada. Y también me río del extremo contrario, de esos que ahora dominan, a los que todo les “da igual”, y que crean escudos de ese estilo para no hacerse daño e implicarse emocionalmente.

Quizás la valentía del desamor no está hecha para cualquier, quizás la aceptación del fracaso nos quebranta los propósitos vitales que nos imponen desde jóvenes.

Quizás ante tanta imposición, y ante una sociedad rota en bandos y guerrillas, todo por no poder ser lo que esperan de ellos, quizás ante todo eso deberíamos aplicar sueros como la aceptación o la comprensión.

En vez de eso, tenemos una valla muy alta que debemos saltar, y que solo saltan los mejores; que otros lo intentan pero nunca reconocen que lo han intentado y acaban diciendo que les da igual la valla y que les da igual eso, y nosotros, que nos quedamos a medias, nos estampamos contra dicha valla de frente y nos vamos a casa doloridos, pensando que ese estado de ánimo es el merecido, pero que algún día lo volveremos a intentar, no para cruzar, sino para sesgar y tirar abajo la valla, o dejarla muy chiquita; y que así todo el mundo pueda realmente usar el verbo optar.

 

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